El tono en un discurso de boda

Tono en un discurso de boda

Dos tipos de tono en un discurso de boda

Grosso modo, y refiriéndonos a discursos para ser leídos en una boda, podemos distinguir entre dos tipos de tono en un discurso de boda: emotivos y humorísticos

A la hora de redactar un texto destinado a ser leído en una boda, la primera consideración a tener en cuenta será qué tipo de reacción queremos provocar en los oyentes y, sobre todo, en los novios. Normalmente, el texto coincidirá con la personalidad de su autor, aunque no en pocas ocasiones asistimos a casos en los que, con una grata sorpresa, escuchamos de algún familiar o amigo palabras que jamás habríamos imaginado podrían salir de su boca. Es parte de la magia de este tipo de celebraciones.

Así pues, el paso inicial cuando nos sentamos a escribir un discurso de boda es elegir el tono en un discurso de boda. A grandes rasgos, podemos distinguir dos tipos de discurso o, lo que es lo mismo, dos clases de tonos: el emotivo y el humorístico. Por supuesto, un texto rara vez es exclusivamente gracioso o lacrimógeno, sino que suele ser más rico en ingredientes: está compuesto por recuerdos y deseos que, dependiendo tanto de quien escuche como de quien hable, suscitarán un efecto u otro. Entonces, si casi todos los textos son una mezcla de tonos, ¿es correcto hablar de distintos tipos de discurso? La respuesta, a nuestro parecer, es que sí, puesto que en casi todo texto primará una intención (o tono) u otra, aunque haya partes (una frase, una anécdota) con un todo ligeramente distinto al predominante.

Sentimientos y emociones

A estas alturas, muchos pensarán aún que expresar ciertas emociones, y más en público, es sinónimo de ñoñería. Aunque es cierto que no resulta difícil caer en el empalagamiento y en la adulación excesiva de los novios, un texto emotivo no es sinónimo de un texto ñoño. Ni mucho menos. Un discurso emotivo no es sino una manifestación de que aquello que más nos caracteriza como humanos: los sentimientos.

Las maneras o vías para apelar a las emociones son prácticamente infinitas, aunque puede decirse que hay dos instrumentos fundamentales para ello: las palabras abstractas y las descripciones. Utilizando términos o palabras abstractos (amor, alegría, cariño, admiración, etc.) apelamos a las emociones de manera directa y explícita, sin cortapisas ni filtros. Aunque este método o forma de expresarse suele ser el más habitual en un discurso de boda, no todo el mundo está acostumbrado a manejarse con conceptos de esta índole, y es por ello que resulta bastante fácil caer en los tópicos. Este es uno de los mayores peligros que deberían evitarse al escribir un texto.

El otro instrumento que mencionábamos, la descripción, puede ser mucho más efectivo si es utilizado de la manera correcta, con conciencia. Apelar a las emociones describiendo no es otra cosa que seleccionar pasajes significativos de la vida de los novios. Y si dichos recuerdos o anécdotas nos incluyen, mejor que mejor. De esta manera, podemos explicar las características íntimas de los novios que nos parecen más relevantes, pero sin referirnos directamente a ellas. Esta forma de describir a los protagonistas de la ceremonia –y nuestra relación con ellos– suele ser mucho más atractiva para los oyentes. La clave está no solo en qué recuerdos elegimos contar, sino también en la gracia con que lo hagamos.

La descripción

Asimismo, la descripción es la principal herramienta (y también en este caso la más efectiva) para introducir el tono cómico en nuestro discurso. Una anécdota que, además de dar a conocer una faceta importante de la personalidad de la novia o del novio (o de ambos), provoque sonrisas entre los oyentes es, sin duda, uno de los recursos que marcará la diferencia entre un buen texto y uno más anodino.

¡Pero ojo! Hay que prestar especial atención al abuso de dicho recurso, pues otra de las grandes (malas) tendencias es incurrir en una sucesión de anécdotas que, aparte de perder la gracia a golpe de repetición, no aportan nada sustancioso sobre la pareja. Dicho de otro modo, si nos pasamos de graciosos, nuestro texto no será más que una sucesión de chistes que, paradójicamente, dejarán de hacer reír y cansarán (e incluso incomodarán) a los asistentes.

En conclusión, podemos decir que, antes de lanzarnos a una escritura atolondrada, es necesario dedicar unos minutos a la meditación. ¿Qué queremos decir sobre los novios y sobre nuestra relación con ellos? ¿Cuál es el tono más adecuado para decirlo? ¿Se van a sentir a gusto los oyentes –sobre todo los novios– con lo que vamos a decir? Una vez tomadas las decisiones pertinentes y redactado el texto, deberemos leerlo varias veces y preguntarnos si lo escrito se corresponde con las respuestas a esas preguntas iniciales.

Imagen via Pixabay

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