Cómo hacer una lectura original y no morir en el intento

Lectura original

Creer en lo que vas a hacer

No importa cuán vergonzoso seas en tu día a día: si de verdad crees en lo que vas a hacer, todo fluirá de una manera originalmente correcta

Seguramente, una boda no sea ni el mejor momento ni el mejor lugar para dar rienda suelta a nuestra creatividad, no al menos de manera desbocada. Aunque ello no significa que nuestra lectura deba ser obligadamente soporífera. Dicho de otro modo: podemos aprovechar nuestra breve intervención en la ceremonia para contribuir a que esta sea más colorida, sin por ello salirnos de los márgenes que las buenas maneras (las costumbres, al fin y al cabo) dictan.

Durante la ceremonia

Bien se trate de una boda católica, bien de una unión civil, existen infinidad de maneras de abordar un texto (que será el eje de nuestra intervención) de manera original. De hecho, existen tantas maneras como personas que vayan a leer. Si por lo general todos los discursos se parecen es porque, al no estar acostumbrados a esta clase de exposiciones público-emotivas, nos dejamos llevar por la inercia y tomamos como referencia lo que tenemos más a mano: lo que ya han hecho otros.

Es bastante preciso aquello de que “todo está ya inventado”, pero dada la infinita capacidad del ser humano para reinventarse (por puro instinto de supervivencia) siempre habrá vías más atractivas que otras, salvoconductos que nos llevarán, si no a lugares nuevos, sí nuevas perspectivas de lo ya conocido. Y con esas nuevas visiones, obtendremos nuevas emociones, nuevas sonrisas.

Algunos ejemplos

¿Algunos ejemplos que ejemplifiquen esta idea que intentamos desarrollar? Escribe tu discurso en forma de canción. No hace falta que sea un hit veraniego, y ni siquiera es preciso que levantes la voz más de lo habitual a la hora de exponerla ante la audiencia. Sencillamente, coge a los novios y hazlos protagonistas de una breve historia (la suya), cuéntala con gracia, repite un par de veces o tres un estribillo pegadizo y entona con un mínimo de ritmo.

Otra posibilidad: redacta tu texto en forma de cuento. Las pautas serían las mismas que en el caso anterior, aunque esta vez no hará falta que incluyas estribillo y seguramente necesites algo más de tiempo para leer. Asimismo, necesitarás alguna que otra anécdota para ir hilvanando la historia. Si te decantas por esta opción, puedes incluso comenzar con un “Érase una vez…”.

Y, sobre todo, que no te dé apuro, no te preocupes, todo el mundo va a entender qué estás haciendo desde el principio: no olvidemos que tanto las canciones como los cuentos forman parte de nuestro imaginario colectivo desde que los hombres comenzaron a ser hombres.

Durante el banquete

Si tu intervención va a tener lugar durante el banquete, las posibilidades se amplían considerablemente. El ambiente festivo, el alcohol y la ausencia de curas y jueces harán de la desinhibición tu mejor arma. Por el contrario, y dada la distensión general, quizá te cueste un poco más llamar la atención de los asistentes, por lo que tendrás que ser más… llamativ@.

Siguiendo con las dos propuestas anteriores: si decides escribir una canción, ahora sí sería conveniente no solo que alzases más la voz, sino que cantases de verdad. Y, si ya de paso bailas o te contoneas al compás, mejor que mejor. En el caso del cuento, puedes imprimir un mayor énfasis a la entonación, y acompañarte de proyecciones audiovisuales que ilustren lo que estás leyendo. Esta opción (las proyecciones) es bastante recurrente hoy en día, pero lo que no suele ser tan habitual es que esas imágenes vayan siendo relatadas en directo de manera graciosa y/o emotiva.

Imagen vía pixabay

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