Tabla de contenidos
Leer en público no es nada sencillo. Aunque consigas no ponerte rojo, que no te tiemblen las manos mientras sostienes el folio o no trabarte cada dos por tres, hay que reconocer que hablar delante de muchas personas, por corto que sea el texto que se va a leer, es una situación incómoda. Si a todo ello sumamos un texto que no nos acaba de gustar, que no hemos interiorizado o que no hemos tenido tiempo de repasar y releer, las probabilidades de catástrofe se multiplican.
Es por ello que una de las maneras más efectivas de contrarrestar todas estas circunstancias (tan humanas, tan comunes) es llevar tu discurso bien preparado. A continuación, detallamos algunos de los errores más comunes a la hora de redactar un texto para una ceremonia matrimonial. Dicho de otro modo, esto es lo que NO DEBES HACER cuando redactes tu discurso.
Frases kilométricas
En la medida de lo posible, hay que evitar redactar frases demasiado largas. Si bien no se trata de escribir tipo telegrama, las frases relativamente cortas favorecen la comprensión de las ideas, mantienen la atención de los oyentes, evitan que nos trabemos con nuestras propias palabras y hacen que sea más fácil mantener un tono y ritmo de lectura adecuados.
Caer en el caos
Hay que separar el discurso por párrafos, y expresar en cada párrafo una idea. No podemos escribir lo primero que nos venga a la mente, dejar una idea a medias porque hemos recordado algo gracioso ni retomar una idea iniciada diez líneas más arriba. Ante todo, tenemos que ser conscientes de qué queremos decir, y que eso que queremos decir debe ser comprendido por los oyentes.
La jerga
Podemos utilizar alguna que otra palabra o expresión coloquial, sobre todo si esta entraña cierta complicidad con los novios. Pero no debemos dejar que nuestro vocabulario del día a día tome el control del texto. Si permitimos que esto suceda, no solo corremos el riesgo de sonar vulgares, sino también de que no se nos entienda con claridad.
Pasarnos de graciosos
El humor suele ser uno de los ingredientes que más juego dan en este tipo de textos. No obstante, si abusamos de él podemos incurrir en la grosería, o dar a entender que no tenemos mucho que aportar más allá de un puñado de chistes. Así pues, dosificar el humor es un requisito indispensable.
Nombrar al tuntún sin pensar en las consecuencias
Cuando nombremos a alguien, hay que tener muy en cuenta qué va a conllevar dicho nombre para los novios (especialmente en el caso de exnovi@s, alguien fallecido, etc.). Seguramente, nuestra intención sea buena al traer a colación a la persona en cuestión, pero hay que tener presente que quizá estemos despertando algún tipo de emoción poco deseable en alguno de los novios (¡los protagonistas absolutos a quienes hoy debemos cuidar!).
Anécdotas de mal gusto
En la misma línea de lo dicho en el punto anterior, debemos evitar sacar a la palestra situaciones que puedan comprometer en modo alguno a los cónyuges. Todos tenemos trapos sucios y hemos vivido situaciones embarazosas, pero, por gracioso que pueda parecernos un recuerdo de esta índole, probablemente este no sea el mejor momento para rememorarlo.
Si evitas todos estos puntos, habrás conseguido, cuanto menos, redactar un discurso de boda correcto.