Discurso pronunciado por la madre de la novia durante o al inicio del convite, en una boda celebrada a la tarde-noche.
Un texto de la madre de la novia
Buenas noches, señoras y señores. Es para mí un placer, en tanto madre de la novia, darles la bienvenida a todos y desearles que disfruten de esta celebración tanto como yo y algo menos de lo que espero disfruten los recién casados.
Ninguno de ustedes puede imaginar la sorpresa, y la inmensa alegría, que me produjo el anuncio, hace ya algo más de un año, de este enlace. Sorpresa porque la perenne negativa de mi hija, siempre apoyada por el desde hoy su marido, a contraer matrimonio, me había hecho descartar definitivamente la posibilidad de festejar su boda. El asombro, se lo aseguro, fue tal que no llegué a creerme que fuera verdad hasta bien avanzada la organización de la misma. Poco después, cuando pensaba que el entusiasmo había ganado la partida a la perplejidad, me pidieron que pronunciara un discurso para animar el convite. No podía negarme, claro está. Así que rellené un par de folios con bellas palabras que no puedo ofrecerles porque no tengo ni la más remota idea de dónde pueden estar. Los he buscado desesperada durante buena parte de la mañana, hasta que mi marido, nervioso perdido también con tanto trajín me ha dicho:
–Vete tranquila a la peluquería, mujer, no te preocupes. Ya improvisarás algo. Total, hablas después de que se hayan servido unas cuantas copas y como estarán todos medio achispados, digas lo que digas estará bien dicho. De noche todos los gatos son pardos.
No he comprendido bien lo que quería decir con la última frase, es probable que ni él mismo lo sepa, pero el caso es que me ha relajado mucho que le quitara hierro al asunto. Me he ido a la peluquería con toda la serenidad del mundo, un cuaderno y un bolígrafo, y he tomado, entre rulos, estas pocas notas que tengo entre las manos. Y menos mal, porque no los veo a ustedes demasiado achispados y sí muy atentos a mis palabras, a pesar de que ningún gato pardo se pasea entre las mesas. Vamos, que mi marido se equivocaba de cabo a rabo esta mañana, pero eso es lo de menos. Lo importante ha sido su apoyo. Un apoyo mutuo, que nunca nos hemos negado, y que espero se procuren los recién casados el resto de su vida. Es imprescindible para sortear los incontables obstáculos que pone la vida en nuestro camino.
Al igual que en la naturaleza, en el matrimonio la luz alterna siempre con la oscuridad. Aunque sé que sin una no puede existir la otra, deseo que mi hija y el desde hoy su marido disfruten más de la primera que de la segunda y que el paso de los años les permita aumentar el amor que se profesan… y la familia, concediéndonos nietos a los que malcriar.
Brindo por ello (alzando una copa).